miércoles, 16 de abril de 2025

El Depósito de las Irrealizaciones

Inventario de Ausencias


Los relojes aquí no marcan horas,  

sino el peso de las decisiones pospuestas.  

Cada tic-tac es una lápida portátil  

donde yacen los *qué hubiera pasado si...*  


Las maletas, aún cerradas,  

guardan itinerarios de viajes nunca empaquetados:  

un billete a Estambul convertido en origami de grulla,  

zapatos nuevos con suelas limpias de caminos.  


En los cajones, las cartas sin enviar  

se reproducen como hongos en la humedad:  

*«Querido yo de 1999: no compres ese departamento»*,  

*«Querido tú desconocido: hoy debí besarte»*.  


Los proyectos abortados cuelgan de ganchos,  

etiquetados con códigos de barras ilegibles:  

*«Tesis sobre la melancolía de los tomates»*,  

*«Startup para resucitar canciones de cuna»*.  


Y en el rincón más húmedo,  

donde la luz del neón se pudre,  

los amores no dichos se oxidan en frascos de mermelada:  

*«Contenido: miradas interceptadas por el miedo»*,  

*«Caduca en nunca»*.  


El Hombre que Encontró el Almacén del Nunca


El Depósito no estaba en los mapas. Tampoco en el Como LLego, ni en la guia Filcar ni en los sueños lúcidos de los cartógrafos borrachos. Lo encontró por error, buscando un baño público en una terminal de ómnibus que olía a derrota y medialunas recalentadas. La puerta decía *«Se alquilan nostalgias por hora»*, pero el cartel estaba tachado con spray rojo: *«Propiedad del Instituto de Lo Inacabado»*.  

Adentro, el aire era espeso, como respirar sopa de letras olvidadas. Las estanterías se extendían hasta donde la vista se cansaba de mentir:  


- **Pasillo 1**: *Maletas con ruedas atrofiadas*.  

- **Pasillo 7**: *Besos guardados en bolsas de silicona*.  

- **Pasillo 12**: *Universos paralelos donde escribiste esa novela*.  


Un hombre con chaleco de *Curador de Arrepentimientos* se acercó, arrastrando una carreta llena de *«Disculpas nunca dichas (lote en oferta)»*.  


—¿Busca algo en especial? —preguntó, ajustando una etiqueta en un frasco de *«Lágrimas de la primera despedida»*.  


—No sé... ¿Tienen algo de *viajes cancelados por cobardía*?  


El curador señaló el Pasillo 5. Allí, las maletas susurraban entre sí:  


—Yo debí llegar a París en 2012 —decía una Samsonite roja—. Pero él prefirió comprar un sillón masajeador.  

—Al menos tienes ruedas —replicó una mochila andrajosa—. A mí me dejaron en el clóset, llena de planes de trekking que nunca superaron el WhatsApp.  


Más allá, en el **Sector de las Carreras Abortadas**, los títulos universitarios inconclusos se apilaban como naipes humedecidos:  


—Soy abogado —dijo un diploma manchado de café—. O podría haberlo sido. Pero mi dueño prefirió vender seguros.  

—Yo soy poeta —susurró una libreta con versos tachados—. O eso creí, hasta que el miedo me convirtió en contador.  


En el **Área de los Amores Fantasma**, las cartas se quejaban de su suerte:  


—Me escribieron en 1999 —dijo una envejecida, con olor a perfume barato—. Pero la guardaron en una caja junto a fotos de su ex.  

—Yo fui un *te quiero* no dicho en un aeropuerto —se jactaba un post-it—. Ahora soy leyenda en el Pasillo 3.  


El hombre sintió un escalofrío. Entre las sombras, vio su propia sección:  


- *Proyecto de novela: 2008-2015 (causa de muerte: autosabotaje)*.  

- *Viaje a Japón: cancelado por *«falta de tiempo» (traducción: exceso de streaming)*.  

- *Amor universitario: archivado bajo *«mejor como amigos» (subtexto: miedo al ridículo)*.  


—¿Puedo recuperar algo? —preguntó al curador, que ahora fumaba un cigarrillo hecho de *promesas rotas*.  


—Solo si firma este formulario —dijo, extendiendo un documento titulado *«Renuncia a la Coherencia (Art. 909-Bis)»*—. Pero cuidado: lo que saca de aquí, pierde su *aura de posibilidad*. Se convierte en... esto.  


Señaló una estantería cercana: *«Souvenirs de Realidades Alternas»*. Había fotos de él sonriendo en paisajes que nunca pisó, abrazando a personas que nunca conoció.  


—Prefiero dejarlo aquí —murmuró, sintiendo que el Depósito le robaba un suspiro.  


—Sabia elección —asintió el curador—. Lo irrealizado siempre vale más que lo vivido. Es puro *potencial no corrompido*.  


Al salir, la terminal de ómnibus ya no olía a derrota, sino a naftalina y azar rehecho. Caminó hacia la salida, pero una voz en su cabeza (¿o era una maleta?) susurró:  


—Volverás. Todos vuelven.  


Y supo que era cierto.  

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