Los hechos sucedieron más o menos así:
E. era nuestro profesor de guión en el Instituto de Cine.
primero nos pidió que en tres papelitos escribiésemos tres frases, relacionadas entre sí o no, y las colocásemos en un recipiente dispuesto con esa finalidad.
Luego se mezclaban, y al azar los participantes (todos) debíamos tomar tres papelitos (si era alguno de los que habíamos escrito teníamos que cambiarlo por otro) y relacionando esos tres fragmentos debíamos confeccionar una pequeña historia o cuento.
La diversión estaba en el desafío de la frase ajena, y ver que desarrollo tomaban las frases propias.
Tuve la mala suerte de que V. recibiera mi (sino espléndida, por lo menos de un humor erudito) frase: "El Oso Yogui Llega Al Samadhi".
El relato de V. describía una suerte de introspección (si por introspección se entiende la descripción de un estado de depresión, insatisfacción, frustración y malhumor matinal regado quizás con estupidez e ignorancia) durante una caminata callejera, en ella V. reflejaba su odio y resentimiento personificándolo en el tosco y simpático ladrón de cestas de merienda de Hanna y Barbera, el pobre Oso Yogui.
Este aparecía (en su relato) con su estampa y la leyenda "El Oso Yogui Llega Al Samadhi" en la publicidad mural y callejera, en graffittis y en el clímax de su narración en el envés de las puertas vidriadas de una sala cinematográfica.
Ella enfrentaba esta multiplicación de imágenes como una atrevida invasión, como una burla, como una afrenta su persona, a su sensibilidad herida, a su vaya a saber qué...
De su escueta narración se desprendía la evidencia de su ignorancia del significado de las palabras Yogui y Samadhi, así como su incapacidad de apreciar el juego de palabras y el deslizamiento de las significaciones, esa cuerda metonímica que une lo sublime con lo ridículo en una misma línea.
Esa narración empobrecida y paranoica (empobrecida por lo amenazante de las incógnitas) era todo lo que su imaginación e instrucción previas le permitieron desarrollar.
no obstante, el nivel del instituto debe haber sido muy bueno, dado que V. obtuvo un primer premio en un festival internacional (no voy a revelar más, estoy siendo indiscreto )
Pero que yo sepa, V. no alcanzó el Samadhi.
Y yo tampoco.
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