Jamás imaginé que iba a encontrarme cara a cara con el autor de ese diario, pero de su lectura yo me había formado la idea de un hombre impaciente, que se aburría con demasiada facilidad y que no estaba cómodo ni conforme con nada, que quizás sobreestimaba un poquitín sus habilidades expresivas y estéticas, y que probablemente sólo le prestaba atención a sus propias percepciones y emociones, pero también una persona que podía jugar con el humor y con el absurdo (absurdo para él, para mí lógica cotidiana) de todas maneras el Encuentro Del Tercer Tipo con Amadeo resultó crudo:
nuestros gustos literarios, musicales, dramáticos, artísticos, cinematográficos, culinarios, filosóficos, religiosos, políticos y hasta eróticos diferían en casi todo, como sólo pueden hacerlo los gustos de dos personajes de ficción, pero un poco más.
También cabe destacar que cuando estoy con las personalidades cambiadas ahora te digo que no y dentro de cinco minutos que sí.
Yo venía de una convención constituyente de bolivianas y paraguayas en mi cocina, ellas habían armado una red similar a la que Perón había instalado en las Escuela Científica Basilio (uno de los tantos pecados que la Buena Madre Atómica nunca perdonará) pero con sede en mi cocina, y ahora las delegadas de Pompeya y las de Constitución y las de Villa Diamante y las de Isidro Casanova cruzaban palabras cada vez más excitadas en quechua, aymará, guaraní y hasta una que otra de mapuche, y un español cada vez más aporteñado, entretanto cerraban la sesión con los mandatos para la rebelión de las masas pero tambien vendiendo Amodil, Avon, lencería, biyutería (pagdon, bijouterie)buñuelos de canela, pañuelos de alfeñique, ñoquis de chuño, mandió, mbáei-pw,vick vaporúb,sopa paraguaya,sopa i'pilla, sopa inglesa, morrones, ajos, ajises (se escribe ajíes pero se pronuncia así, con muchasss esssesss) albahaca y ahora aggiornadas con el chop suey y el canal Gourmet jengibre (Dios nos libre)ya había agotado el sencillo y huía de mi propia casa para agenciarme de líquido, cuando en esa peregrinación laica, en la cola del cajero automático le escuché decir a ese señor un poco más grande uno de esos absurdos aforismos de Narovski, este autor tan vilipendiado y esotérico y nunca comparado por ejemplo con Celíne.
Mi fina y esquizofrénica oreja de músico no podía perder una referencia tan directa al koan, a los Expedientes Secretos X, al contraespionaje, a la pelotudez, una invitación tan seductora a la controversia, una provocación a las ideas, en fin, podría seguir por horas con las descripciones y ustedes saben que a mí Tolkien y el Hobbit y todo eso ni fu ni fa.
Era una de las que después conocería como Las Narovskianas Agnósticas, pero antes de que yo pudiera retrucar y tender la conexión entre los Adscriptos al Conocimiento Narovskiano Amadeo sostuvo la pesada puerta del banco hasta que acabó de salir un viejo con bastón, vacilante, lábil.
Antes de entrar al cajero, con una semisonrisa pronunció las palabras que me permitieron identificarlo como el autor del manuscrito:
_Quien de joven come las sardinas, de viejo caga las espinas...
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