Nieve, números, nonos…
Mis dos abuelos paternos eran españoles.
Tuvieron cinco hijos: cuatro varones y una mujer.
A su vez, la generación siguiente (o sea: el que suscribe, o más bien re-escribe, su hermano, sus primos y primas) estuvo constituida por cinco varones y una mujer.
Nuestros hijos y sobrinos, (hermanos y primos segundos entre sí) son cinco varones y siete mujeres.
Mis abuelos maternos eran ella argentina de padres italianos y él italiano.
Tuvieron nueve hijos: siete mujeres y dos varones.
Nosotros éramos una alegre pandilla de hermanos y primos hermanos: diecinueve en total; seis mujeres y trece varones, y nuestros hijos y sobrinos son trece mujeres y trece varones. (Consideren que cuento a mi hermano y a mí, a mi hija y a mis dos sobrinas y a mi sobrino dos veces)
Mi hermano y yo tenemos (Y en algún caso, tuvimos) cinco tíos, siete tías, dieciséis primos, siete primas, diecisiete sobrinas segundas y diecisiete sobrinos segundos.
Mamá, vieja cabuyera toda ella, contra toda creencia aceptada consideraba al número trece como un número de suerte, y había llegado a cobrar un segundo premio de lotería con esa terminación, lo cual nos permitió cierta holgura durante algún tiempo.
El trece y el diecisiete son, en la jerga quinielera la yeta y la desgracia, respectivamente.
Yo nací en Julio, como la Patria que eligieron tres de mis abuelos y dos de mis bisabuelos, y a causa de mi signo astrológico mi hermano me asociaba con la enfermedad terminal.
Mi venganza consistía en recordarle que él había nacido un día trece.
Pero como dijo aquel ex presidente estamos condenados al éxito (Y bendecidos con el fracaso, me gustaría agregar) y la inusual nevada sobre la Ciudad de Buenos Aires me remitía a mi genealogía, a mis orígenes, había nevado tres años antes de que papá naciera, había caído aguanieve cuando nació mamá, en el veintiocho.
Mamá habrá visto nevadas en el campo, también vimos nieves eternas (Las de San Martín) cuando fuimos a Mendoza, pero no se podían tocar, estaban lejanas, además era verano, yo tenía diez, quizás once años.
Tomen esto como lo más cercano a la genealogía que el viejo Kunta Kinte le transmitía a sus descendientes.
Esto es para mis padres, para mi hija, para mi hermano, para mis sobrinos, para mis primos hermanos, para mis sobrinos segundos y hasta para mis sobrinos nietos segundos (que no conté en esta genealogía porque pertenecen a la generación siguiente, que recién empieza) pero no para mis cuñados, concuñados, sobrinos políticos en primer y segundo grado, sobrinos nietos políticos en primer, segundo y tercer grado y sobrinos postizos y sobrinos nietos postizos, dado que pertenecen a otra genealogía.
Y son otro montón…
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